Muestra su trabajo desde la perspectiva de quien pretende integrar una serie de imágenes detenidas en el tiempo

Pocas muestras fotográficas trazan la mirada del artista como la que podemos ver en “Arte y creatividad” y a cuyo vértigo nos invita a asociarnos Monserrat del Campo Sanz. La asociación ilumina, a mi parecer, una de las claves íntimas de esta tan singular confabulación poética en donde la fotógrafa fábula la ensoñación de un orden con lo natural que en modo alguno parece violentarla, más bien diremos, se alimenta de su secreta complicidad.

Para Campo Sanz la figura humana queda notoriamente reducida a cero. Diríamos que alevosamente reiterativa prescinde totalmente de ella. Sin embargo, en cada una de sus tomas, en sus ambientes naturales, se aprecia la huella de una presencia latente.

Segura de su buen marchamo, Monserrat muestra su trabajo desde la perspectiva de quien pretende integrar una serie de imágenes detenidas en el tiempo a unas semejanzas cuyo carácter tiende a dejar en un segundo plano lo posible y estrictamente documental.

Tanto la propia naturaleza como lugares singulares son sus temas recurrentes, y estas resonancias le acompañan en silencio en la obra intentando impregnar con su espíritu toda la creación de esta fotógrafa..

Su fotografía es encuentro de la tranquilidad interior y la sabiduría en clara referencia del movimiento exterior. No fanfarronea la sofisticación, sólo lo que el ojo puede ver, sin distorsionar esa mirada, a lo sumo la complementa.

La artista utiliza una buena manipulación para descontextualizar los contenidos, materializando sus propios sentimientos, y en donde los motivos fotográficos van más allá del tópico, dejando eso sí las imágenes insólitas de la fantástica espontaneidad que nos trae y regala, llena de besos, el día a día.



Eduardo Arboleda Ballén
Critico de Arte